Tanto Avi como el resto de los israelíes celebrarán hoy paradójicamente la fiesta de la libertad encerrados en sus casas, a causa del toque de queda impuesto por el Gobierno para detener la propagación de la pandemia, que registra 72 muertos y casi 9.500 contagios en el país.
La medida, que la Policía y el Ejército hacen cumplir desde esta tarde en las calles desérticas de Israel, durará dieciséis horas, incluye el cierre de supermercados y comercios básicos y fue implementada para impedir que los israelíes se desplacen para pasar la fiesta con sus familiares, evitar las reuniones multitudinarias y minimizar así el riesgo de contagios.
La gente debe permanecer en casa y pasar lo que para muchos representa el principal encuentro familiar del año conectados con los seres queridos a través de plataformas virtuales.
"Aunque no es lo mismo, podremos vernos las caras, leer la Hagadá (libro tradicional) y cantar juntos, lo que nos dará esa sensación de unidad, como familia y como pueblo", agrega Avi, quien cuenta que en cada casa se cocinarán los platos típicos que se preparan en la familia desde hace generaciones y comerán todos al mismo tiempo.
Mientras que para algunos el Pésaj versión COVID-19 supone un desafío para demostrarse unos a otros que la tradición es más fuerte que la pandemia, para otros representa una oportunidad de vivir la festividad de forma diferente.
"En cierta manera está bien porque es la única situación en la que puedo celebrar el Pésaj con amigos, algo que en cualquier otro caso sería inaceptable para mi familia", dice Aya Dekel, estudiante israelí de 24 años, entusiasmada por pasar la fiesta con sus compañeros de piso en un seder (cena ceremonial) en el que cada uno aportará sus recetas y tradiciones familiares.
Antes de la cena, tanto ella como sus compañeros se comunicarán con sus familias. Reconoce que les echará de menos por la intensidad con la que viven esta noche, "con una energía increíble y cantando desenfrenados las canciones típicas", algo que planea reeditar hoy con sus amigos.
Además de la imagen típica de familias sentadas alrededor de mesas gigantes llenas de comida, otras de las tradiciones que ha perdido la batalla contra la pandemia han sido la limpieza de los comercios hasta dejarlos sin ningún rastro de harina leudada, que se evita durante esta festividad, o la de israelíes contándose unos a otros el menú de su cena, mientras compran cajas y cajas de matzá (pan ázimo), que atesorarán entre sus brazos hasta llegar a casa.
Estas han sido reemplazadas por un panorama desolador, donde la gente prácticamente ya ni sale a los balcones, tal vez para intentar engañarse y no pensar en la respuesta a una de las primeras frases de la Hagadá: ¿Qué hace diferente a esta noche de todas las noches? EFE